“Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos. Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen, tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco”. (Éxodo 14:14-16)
Dios le dijo algo a Moisés y él obedeció. Esa obediencia fue muy importante, clave, vital. ¿Por qué? Porque Dios liberó a millones de personas de la esclavitud y del ataque que el ejército egipcio venía a traer sobre ellos. Fíjese que en esta oportunidad el pueblo de Dios, avanzó hacia su destino con algo que parecería que no tuviera ninguna utilidad. Moisés llevaba una vara en sus manos.
Tú puedes tener algo pequeño, que tal vez pareciera no servir para nada, sin embargo, en las manos de un hombre o mujer de Dios y bajo la dirección de Dios, fue de utilidad para abrir el mar en dos. Hay cosas que vienen a estar en tus manos y que parecieran no tener gran utilidad, pero dirigido por Dios y en obediencia a su Palabra, hay algo que se abrirá por delante en tu vida para que vayas en dirección a tu destino de gran bendición.
Esto que a simple vista no parecía muy importante, comenzó llamándose la vara de Moisés y terminó llamándose la vara de Dios. Él la utilizó siendo algo intrascendental, sin demasiado valor, y que no tenía nada de utilidad para manifestar su divino poder en varias ocasiones.
En este caso le ordena a Moisés que levante la vara y esa actitud de obediencia, usando lo que Dios había puesto en sus manos, hizo que lo sobrenatural venga a manifestarse. Hay algo sobrenatural que viene atrás de tu obediencia, abriéndote un camino que nunca estuvo abierto y que te llevará a tu Tierra Prometida viendo la gloria de Dios.
Moisés no se puso a pedirle explicaciones a Dios, diciendo: “¿para qué la levanto? Voy a quedar en ridículo delante de toda esta gente”. Cuando Dios te diga algo, tienes que hacerlo y eso producirá algo importante en tu vida y en la vida de mucha gente que está a tu alrededor.
Tú no tienes que cuestionar, ni opinar, no se te ha pedido eso, sino sólo obedecer y hacer. Si Dios lo dijo,… ¡simplemente debes hacerlo! Moisés trajo libertad a la vida de los israelitas por obedecer a Dios. Tú puedes traer libertad a la vida de quienes están cerca de ti, con tan solo disponerte a obedecer.
Cuando Dios te instruye en algo, lo mejor que puedes decir es: “esto viene de Dios y yo lo hago”. No es que estamos divinizándolo todo, es que en tu espíritu entiendes que Dios está tratando con tu vida y es Dios quien te está guiando en esa dirección. Resta obedecer a la palabra y decir esto lo voy a hacer y lo voy a poner en práctica.
La pregunta es: ¿Qué haremos? ¿Podemos ver a los que claman y gimen buscando libertad? ¿Nos conmueve su dolor, al punto de poder decir: Heme aquí Señor, envíame a mi? ¿O seguiremos pensando solo en nosotros?
Miles mueren a diario, claman por alguien que pueda traerles libertad. ¿Serás tú ese libertador? Si en tu corazón estás decidiendo por obedecer a Jesús, entonces ahí donde estás has conmigo la siguiente oración:
“Padre Amado, hoy decido desde lo más profundo de mi ser obedecerte y honrarte. Entiendo que tu Palabra es la autoridad que debe dirigir todos y cada uno de mis pasos. A partir de este instante me pongo en tus manos, si tú lo dices, yo lo haré. Entiendo que me hablas a través de hombres y mujeres que has puesto en mi camino y a los cuales también voy a honrar con mi obediencia. Ayúdame, dame fuerzas, quiero ser fiel a tu llamado. En el nombre de Jesús, Amén”.
¡Que tengas un día híper bendecido!