“Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios”. (San Lucas 18.43)
Hay situaciones en la vida que, al vivirlas, cambian radicalmente nuestro panorama de la misma, y no hablo de cosas tan importantes como lo es la visión, sino de cosas a veces más simples, por ejemplo: un amigo.
Cuando perdemos algo importante recién allí nos enteramos de cuanto valor tenía, mientras tanto, todo “está bien”.
Cuenta la historia que, un determinado día, Jesús iba acercándose a la ciudad de Jericó, y que por allí había un hombre ciego, sentado junto al camino, mendigando, pidiendo limosna de la gente que transitaba por aquel sitio.
De repente, y siguiendo la historia, se nos dice que este ciego pudo oír el alboroto que se estaba provocando por la presencia de Jesús en la ciudad. Cuando supo que se trataba del mismo Señor Jesús, comenzó a gritar, a clamar por misericordia de parte del Maestro.
Mientras el resto de los presentes allí lo reprendían y pedían que dejara de gritar, el se esforzaba aún más y más, al punto de quedarse sin voz, bien podríamos imaginar. “Jesús, Jesús, ten misericordia de mi, por favor, ayúdame, no pases sin compadecerte de mí”, etc, y tantas frases que podemos imaginar que se desprendían de la boca de este ciego.
¿Alguna vez te has sentido así? ¿Alguna vez has clamado por misericordia a Dios por algo que sabes si no lo recibes de él, no lo recibirás de nadie más? No sabemos la razón por la que este hombre quedó ciego, pero lo que si sabemos es que el estaba entendiendo que era EL MOMENTO, era SU MOMENTO, y no quería perdérselo por nada, ni nadie.
Veamos algunas características de las personas que han perdido la visión.
1) La persona sin visión es una persona que depende de otros. Vemos a diario personas ciegas que dependen de un tercero para trasladarse de un sitio a otro. Algunos se manejan de manera independiente, pero tienen dificultades para ciertas cosas que deben realizar, y siempre terminan necesitando ayuda. Quien no tiene visión espiritual es alguien que es movido por la visión de otra persona que si la tiene.
2) La persona sin visión tiene incapacidad para controlar sus movimientos. La ausencia de la vista en la persona provoca que no mida sus movimientos, que parecieran ser “torpes”, pero todo tiene su explicación en la problemática que atraviesa. Quien no tiene visión espiritual es alguien torpe, que no puede medir con exactitud sus pasos o movimientos. Va de un lado a otro sin saber porqué, cómo, dónde ni cuándo. Deambula sin tener claro cuáles serán los pasos a seguir.
3) La persona que ha perdido su visión depende de lo que otros le den y no de lo que pueda generar por sus propios esfuerzos. Es alguien que vive mendigando amor, dinero, etc. y siente que nada le alcanza, vive mendigando y siente que está destinado a terminar sus días de esa manera.
Este hombre del que venimos hablando pasaba sus días de esa manera, un día igual a otro, no había expectativas de algo diferente. El no podía soñar con cosas que solo pertenecen a la gente “normal”, veía como otros si podían soñar y llegar, mientras para el solo había resignación. Y es que la gente si visión siente que no tiene futuro, que todo lo que alguna vez soñaron quedo en el olvido tan pronto como perdieron la visión. No le pidas a una persona sin visión que te hable de sus sueños, proyectos, deseos, no le pidas que te cuente adonde anhela llegar, porque simple y sencillamente no pueden guiarse a un lugar que no ven.
Mi querido amigo, querida amiga, es tiempo que dejes de mendigar amor, es tiempo de dejar a un lado las limosnas, las sobras que recibes de los demás, y que empieces a vivir según Dios lo ha diseñado y pensado para ti. Clama, grita, corre hacia al Maestro, has algo que capte su atención, pero hazlo, no dejes que el tiempo siga pasando y sigas en la misma situación. No importa si quien está a tu lado se molesta por tus gritos, déjalos nomás.
Hoy es el día, ahora es el momento de tu milagro. Que tengas un día híper bendecido.