“Pero a Ana daba una parte escogida, porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos”. (1ª Samuel 1.15)
Para una mujer, uno de los anhelos y sueños más grandes de toda su vida es el de poder tener hijos, el de poder dar a luz, dar vida. Mientras va creciendo se va preparando para ese momento, piensa en cuando llegará ese bendito momento, en cómo será, imagina a ese bebé que sueña con acunar entre sus brazos, imagina la ropa que le pondrá en caso de ser nena o varón, va pensando en el nombre que llevará según sea el caso, etc. Mil cosas pasan por la mente de toda mujer, en relación con ese instante.
Lo cierto es que esta mujer de la que estamos hablando (Ana) había pasado toda su vida solo imaginando algo que hasta el momento no había podido concretar, no había podido tener ni siquiera un hijo. Y eso la estaba sumiendo lentamente en la depresión.
Te pregunto lo siguiente: ¿Cuántas veces te pasó que deseabas algo con toda tu alma y eso no llegaba? ¿Cuántas veces te has sentido terriblemente mal por ese motivo? Seguramente me podrás decir que fueron muchas las veces que eso te sucedió, y al igual que Ana, terminaste entristeciéndote demasiado, al punto de llegar a la depresión.
Estabas buscando quedar embarazada y los resultados de los estudios dijeron que no estabas en condiciones de concebir; empezaste un negocio con muchas expectativas y viste como ese negocio quebró porque los números no daban; piensas en fundar una familia y ves que el tiempo pasa y nunca lo logras; en fin, por donde miras hay esterilidad.
Parece que todo se conjuga para estar en tu contra, por otra parte, te comienzas a cuestionar sino eres tú el o la responsable de que las cosas no salgan bien, de que no funcionen como se esperaba. Dices: “Nadie me puede decir que no lo he intentado”, y es verdad, seguramente que lo has intentado infinidad de veces.
Puedo imaginarme a nuestra amiga Ana también, volviéndolo a intentar una y mil veces, puedo imaginarla diciéndole a su esposo Elcana una y otra vez: “Mi amor, que te parece si esta noche lo intentamos una vez más, tal vez hoy lo logremos, tal vez hoy sea el día que tanto esperamos”. Pero también puedo imaginarme la decepción de Ana al darse cuenta que lo que tanto esperaba, seguía sin alcanzarlo.
Nadie podía reprocharles nada ni a ella ni a su marido, lo estaban intentando vez tras vez, pero los resultados eran los mismos: Negativos. Y eso es lo que hace que muchos se sumerjan en las profundidades de la depresión.
La ausencia de resultados positivos en nuestras vidas nos va quitando las ganas de seguir intentándolo, nos genera una carga negativa, una carga de frustración muy pesada. De pronto, un pensamiento depresivo nos invade: “¿Para qué seguir con esto? Al fin y al cabo no sucede nada, ¡todo sigue igual!”.
Tú ves como los que están a tu alrededor logran aquellas cosas con las que tú solo puedes seguir soñando, ellos lo logran y tú solo esperas; miras como ellos consiguen lo que se han propuesto, pero para ti solo sigue habiendo postergación. Tienes muy en claro que el tiempo pasa, y en tu vida se puede observar una profunda sensación de frustración, de vacío, de desesperanza, de motivación para seguir, etc.
Por las mañanas te cuesta levantarte porque el primer pensamiento que te invade es: “Otro día más de tortura”, y si pudieras hacerlo, estoy seguro que elegirías no tener que levantarte para no tener que ver y lidiar con lo que últimamente es algo habitual para ti. ¡Algo tienes que hacer para salir adelante y acabar con aquello que busca hacer lo propio contigo!
Ana lo hizo, nosotros también lo podemos hacer, tú lo puedes hacer. Mi deseo es que podamos aprender de ella, y vencer, vencer, vencer, porque si Jesús está en ti entonces dentro tuyo tienes a un Vencedor.
¿Final de la historia? Ana no solo pudo dejar atrás la depresión que azotaba su vida, sino que además, pudo cumplir el anhelado sueño de ser mamá. ¿Su hijo? El Profeta Samuel, uno de los más importantes dentro del pueblo de Dios. Y es que cuando tú buscas a Dios, Dios se encarga de premiarte por esa búsqueda, y cuando te premia, lo hace en grande.
¡Que tengas un día híper bendecido!