Siempre que medito en este pasaje de la Biblia vienen a mi mente reflexiones sobre mi crecimiento espiritual. Tratar de decrecer el nivel de egocentrismo y ponerlo a un grado que no interceda con las actitudes propias, no es nada fácil.
Tarde o temprano afloran en nuestro comportamiento actitudes que tienen el virus del egoísmo. La presencia de orgullo, la sensación de atraer a los demás para que se enfoquen en nuestros problemas y necesidades, generan una personalidad peligrosa en el desarrollo de la vida cristiana.
I Timoteo 4:16: « Ten cuidado de ti mismo». El ego es una arma que destruye el enfoque integracionista en un individuo, lo aleja de la solidaridad y lo encasilla en niveles de auto-compasión o auto conmiseración según los cuales siempre se mantendrá como una persona intachable echándole la culpa de sus errores y fracasos a los demás. Cuando vemos una fotografía no nos interesa como salió la otra persona, nos interesa saber como se muestra nuestra apariencia. Vestimos un estilo de ropa exclusivo, la forma de hablar y actuar denota una atracción hacia el yoismo.
Juan sabía que una de las formas para vencer el egocentrismo en la parte espiritual, radicaba en negarse a uno mismo, si, anular todos nuestros intereses o por lo menos en un orden de prioridades, estabilizarlos buscando como primer lugar la parte espiritual. «Es necesario que el crezca y que yo mengüe». Juan 3:30. El contexto sobre el cual se exteriorizó este versículo reside en la aparición del ministerio de Jesús. Juan sabía que su tiempo estaba limitado para la preparación de la venida del Mesías, por lo tanto tenía que permitir que el crecimiento del ministerio de Jesús se manifestara.
La aplicación de este versículo nos exhorta a examinar en que partes de nuestra vida el espíritu de egocentrismo nos mantiene cautivo. ¿Cuáles son los obstáculos que impiden un crecimiento genuino y las áreas subdesarrolladas que son pastoreadas por el viejo hombre?
Nuestro carácter ha sido moldeado para hacer ajustes en nuestra vida. ¿Hemos comprendido el principio de tomar la cruz de Cristo para sacrificar los deseos de la carne o todavía andamos vagando por la senda del yo? El egocentrismo destruye nuestra relación con Dios. Cada vez que valoramos los dones y capacidades que tenemos, la vanagloria nos inunda y nos creemos seres especiales dotados de virtudes exclusivas.
Debemos escudriñar como estamos ante Dios. El desea usarnos como instrumentos útiles pero cuando sólo ostentamos pensamientos egocéntricos, no podemos desarrollarnos según la visión celestial en líderes que transformen este mundo.
Una de las formas de eliminar este tipo de comportamiento, es mediante el servicio, Jesucristo se humilló al lavar los pies de los discípulos, se despojó de su deidad para convertirse en humano y cumplió obediente hasta la muerte, el plan de divino.
¿Cómo podemos luchar ante tal situación? Humillándonos ante Dios, dejar que sea El quien nos exalte, y deponiendo nuestras actitudes egoístas para comenzar a pensar en los demás. Dios tiene grandes propósitos para nuestra vida y El quiere que caminemos en ese objetivo.
Si sientes que el orgullo, la auto-compasión y otras tendencias egocéntricas están arruinando tu vida, comienza a orar y pídele a Jesús que te enseñe el amor por las almas, y confiesa todo aquello que te mantiene atado a la cárcel del ego.
Existen muchos líderes en la Biblia que tuvieron que ser humillados como el caso de Saulo de Tarso para llegar a ser instrumentos de bendición. Pasaron por un proceso de aniquilación del yo que tuvieron que esperan por mucho tiempo para luego estar en el camino.
Imitemos el ejemplo de Juan y empecemos a menguar nuestro yo.
Dios te bendice.