“…y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. (Hechos 1.8b)
La ascensión del Señor Jesucristo a los cielos estaba a punto de consumarse, frente a la atenta mirada de sus discípulos/apóstoles. Durante 40 días y después de haber resucitado, estuvo mostrando las evidencias, las pruebas que denunciaban que este era el mismo Jesús que había sido arrestado, golpeado, azotado, maltratado y crucificado, y que ahora estaba vivo, había resucitado!
Pero antes de despedirse, hay algo más que Jesús desea transmitirle a los suyos, hay un último mensaje. ´Amados míos, tengo que decirles lo siguiente. Yo me voy, pero viene alguien que será su Ayudador, su Consolador, y quien los revestirá de poder para lo que les voy a pedir. Viene el Espíritu Santo y les dará el poder y el valor que necesitarán para ser mis testigos en todo lugar, por donde quiera que vayan. Sí, ustedes serán mis testigos´.
Sin entender mucho lo que estaba sucediendo y lo que acababan de oír, los discípulos/apóstoles ven como su Amado Señor asciende a los cielos, quizá con un dejo de nostalgia y recordando aquellos momentos que habían compartido. En ese instante, dos varones vestidos de blanco, irrumpen en la escena y les preguntan: ´ ¿Por qué miran hacia el cielo? Este mismo Jesús que ha ascendido al cielo, así también volverá como ustedes han visto´. Tremenda promesa que daba aliento y esperanza a estos hombres,…y nos da aliento y esperanza hoy a nosotros. Aunque el mundo no lo crea o no entienda, el mismo Jesús que ascendió a los cielos, pronto, pronto, regresará por los suyos, por tí y por mí. Sí, el volverá…!
¿Y mientras tanto qué? Hay una tarea que se nos encomendó y que debemos cumplir, aunque no hayamos estado presentes al momento de su emisión: SER TESTIGOS.
Un testigo, según el Diccionario de la lengua española, es: ´Alguien que ha presenciado algo y da testimonio de ello. / Cosa por la cual es posible confirmar o inferir la verdad de un hecho´.
En otras palabras, lo que Jesús les está diciendo es: `Vayan y cuenten a otros lo que han visto y oído acerca de mí. Díganle a la gente que estoy vivo, que resucite al tercer día, que vencí a la muerte, y que todo aquel que crea en mí, tendrá vida eterna´.
Esa es la tarea que debían llevar a cabo los discípulos/ apóstoles desde ese día en adelante. La venida del Espíritu Santo también se produjo luego de un tiempo, y con él, el poder necesario para realizar la labor con eficacia y efectividad.
Pedro y Juan se dirigen al templo a orar, y en el camino encuentran a un hombre cojo de nacimiento. Por una palabra de Pedro, el milagro ocurre, el cojo ya no es cojo, ahora camina bien, y a Pedro y Juan los encarcelan por este hecho.
Los intimidan y los amenazan para que no hables más de Jesús, pero ellos hacen una declaración que demuestra que no solo habían entendido el mensaje sino que además, estaban dispuestos a ir hasta donde sea por su causa.
`…porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído´. (Hechos 4.20) A pesar de las dificultades, la tarea o el encargo de Jesús se realizaba, la tarea de ser testigos se estaba cumpliendo.
Ahora, ¿Qué de tí y de mí? Pues bien, la orden sigue siendo la misma, el pedido no ha cambiado. `Vé y cuenta, vé y dile a otros lo que hice por ellos, sé mi testigo´, son las palabras de Jesús a nosotros hoy. ¿Puedes oír su voz?
Los discípulos/ apóstoles aprobaron, los acusadores no pudieron acallar sus voces ni tampoco negar lo sucedido, tampoco tenían motivos para que Pedro y Juan permanezcan presos, entonces los liberaron. Recuerda esto: Las evidencias divinas siempre serán más fuertes que los argumentos humanos.
Los discípulos/ apóstoles aprobaron la lección, ahora nos toca a nosotros. Mientras esperamos su regreso, seamos sus testigos. No es hora de callar. Que tengas un día híper bendecido!