La carrera había comenzado, el atleta lograba rebasar con facilidad a sus contrincantes, llevaba una ventaja favorecedora, debido al gran esfuerzo y dominio de las técnicas que producían un buen desempeño, pero un sentimiento de triunfalismo lo hizo volver a ver atrás para divisar a que distancia venían sus competidores. A consecuencia de este error, no se percató y luego perdió equilibrio y por consiguiente, no ganó la carrera.
Como seres humanos, somos propensos a recordar el pasado, nos atrae el hecho de mirar atrás. Un ejemplo preciso, es el pueblo israelita al salir de Egipto. No pasó mucho tiempo cuando recordaron su vida de esclavitud, pero para ellos aun estando oprimidos por el yugo de Faraón podían sentirse «confortables».
La mujer de Lot recibió la orden de no mirar atrás y enfocarse en un blanco, pero debido a su debilidad y a su falta de fe en las palabras del Enviado, desobedeció y se convirtió en una estatua de sal.
¿Qué nos obliga a poner la mirada hacia atrás? Son muchas las atracciones que posiblemente nos pueden atrapar: recuerdos de nuestra vida anterior que están nutridos de gérmenes pecaminosos o de un sentimiento de libertad elevado a una potencia de libre albedrío.
Cada vez que nos enfocamos en el pasado y no en el presente, estamos retrocediendo, nuestra vida se debilita y por lo tanto, volvemos al punto de esclavitud.
Como cristianos nos ha tocado librar con muchas tentaciones, las cuales tienen como objetivo apartar nuestra mirada de la vida espiritual y atraparnos en el ayer.
El apóstol Pablo había encontrado la clave para tal crisis: «olvidando lo que queda atrás» Fil.3:3 Un tipo de amnesia que provoque la eliminación de los recuerdos del pasado para generar un nivel de madurez espiritual en constante crecimiento… ¿Cuántas cosas aun no olvidamos y persistimos en el pasado para volver a caminar en campos minados por el pecado?
Nuestro objetivo como cristianos es mirar al blanco, pero para ello debemos aprender a despojarnos de todo aquello que nos impide avanzar: el libre albedrío, el egocentrismo, la concupiscencia, conductas incompatibles con nuestra forma de proceder. Dios demanda en Hebreos 12:01 que nos despojemos de todo peso y del pecado que nos asedia para correr con paciencia la carrera.
Como atletas de Cristo en la autopista de la vida, tenemos que estar ejercitándonos para no ser eliminados al no llegar a la meta. Pablo opinaba que un corredor debía abstenerse de todo tipo de elementos que estropearan su carrera. Un corredor debe cumplir de acuerdo con un buen número de reglas y respetarlas para llevarlas al terreno de la práctica. Correr de una manera ilegal, ocasionará que seamos descalificados.
Dios demanda que nos olvidemos del pasado. Es contundente este mensaje y que miremos siempre hacia el blanco. Al igual que Pedro hemos caminado sobre el mar de la adversidad, al principio no perdemos equilibrio, pero cuando suspicazmente cedemos, nos comenzamos a hundir, per la mano de Dios está ahí y nos saca a lugares seguros.
Cuando miramos al blanco, se fortalece nuestra visión, nos llenamos de claridad y comenzamos una nueva jornada. Fil. 4:12-14
Debemos extender nos hacia adelante. Para llegar hasta esta etapa trascendental en la vida, necesitamos haber pasado por todos los obstáculos del pasado.
¿Cuál es el blanco de tu vida? ¿Quieres seguir viendo el ayer? Levanta la tienda de tu vida y extiéndete hacia adelante, mirando el blanco que es Cristo Jesús.
Extenderse hacia adelante vitaliza todos los recursos favorables que posees y debes orientarlos hacia el avance. Mantén sacrificio y constancia, pues en los intentos sufrirás caídas, pero la clave está en mirar al blanco.
Nunca te des por derrotado, tu galardón está cerca.
Bendiciones.