El temor y la inseguridad esclavizaban la vida de aquel hombre, pensaba el momento en el cual se encontraría nuevamente con su hermano. Después de haberle arrebatado la primogenitura, se había gestado una sed de venganza por parte de Esaú hasta que la muerte fuera la satisfacción para sentirse complacido. ÉL guardó rencor a Jacob a causa del robo de la primogenitura- bendición exclusiva para el hijo mayor-« y Esaú se dijo: Los días de luto por mí padre están cerca; entonces mataré a mi hermano Jacob». Génesis 27:41 Durante todo ese tiempo en el cual estuvieron viviendo separados, Dios se manifestó en la vida de cada uno de ellos. Trabajó con los defectos de Jacob hasta convertirlo en un hombre nuevo.
Por fin el momento del encuentro se efectuó y mediante una intervención divina, Dios preparó el encuentro para que los hermanos se reconciliaran.
El odio sin duda había amargado la vida de Esaú, estaba totalmente contaminado por una sed de venganza, su amargura era el aliento venenoso que destilaba en contra de su hermano, sin embargo, la intervención divina logró derribar aquel muro de concreto que parecía indestructible.
El perdón es la clave eficaz para la armonía. Dios elaboró el perdón en el cielo de manera muy especial y delicada. La desobediencia humana merecía la muerte, pero su gran amor se manifestó por medio del sacrificio de nuestro señor Jesucristo y así reconciliar al hombre perdido con el Hacedor del Universo.
No podemos vivir una vida llena de odio y de rencor, todos en la sociedad necesitamos perdonarnos. Nuestros países están contaminados de sangre y luto, los hogares destruidos y el futuro de los niños es incierto. Los gobiernos tratan de solucionar los problemas sociales en base al dialogo para llegar a una conciliación nacional, pero los esfuerzos son en vano. Se necesita estar consciente de la necesidad del perdón.
En la oración modelo se menciona que para recibir el perdón, tenemos que perdonar a los que nos ofenden. El perdón trae liberación ante el ataque del odio. Sé que nos es fácil cuando te sientes el ofendido, pero cada vez que permites que la venganza y el resentimiento se apoderen de ti, te conviertes en una persona enferma y esclavizada por el efecto del rencor, el odio y el resentimiento.
El perdón es necesario en la familia, entre los esposos, con los compañeros de trabajo, en el barrio con los vecinos que tienes confrontaciones, en fin, debería ser una disciplina contagiosa para curar muchos males sociales y espirituales.
El Salmo 32 nos ofrece una radiografía del alma que no ha sido perdonada, es seca, desnutrida y destinada a la infelicidad. David experimentó esta situación degradante, desde su semblante físico hasta su vida espiritual se estaba marchitando, ya que no podía seguir adelante, precisamente debido a la falta del perdón divino. Salmos 32: 3-4 «Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió con mí gemir durante todo el día. Porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano.»
Quizás, seas de las personas que cuando te ofenden, guardas en el corazón y en la mente todo el daño que te han hecho y vas acumulando todo, hasta que explotas, tratas de buscar la forma de vengarte, pero no te das cuenta, de que el afectado eres tú. Pleitos que se han convertido crónicos con familiares, vecinos y amigos, que se han convertido en una lucha constante son perjudiciales para tu salud, sí, porque según los sicólogos cuando el alma está enferma por falta de perdón, se desarrollan muchas enfermedades que luego se convierten en terminales.
Dios es un Dios de amor, y en su plan, existe la reconciliación, el perdón, ya que su voluntad es que aprendamos a perdonar y ser perdonados. Cada vez que un pecador es perdonado, hay una fiesta en el cielo, como se sentirá Él cuándo perdonamos a los que nos ofenden.
Siempre recuerdo el versículo, Romanos 12:18 «En cuanto de vosotros dependa, haced lo posible por vivir en paz con todo el mundo». No eres una moneda de oro para caerle bien a todo mundo, pero eres una persona muy especial que Dios ha bendecido con un propósito en la vida, capaz de buscar una vida alejada del odio y del rencor.
Atrévete a dar el primer paso y libérate. El perdón espera por ti. Bendiciones.