No esperaba llegar hasta aquí, no esperaba levantarme una vez más, no creía que Dios quisiera perdonarme otra vez, y es que mi pecado me había quitado hasta las ganas de volver a pedir perdón, las ganas de pararme una vez más y luchar, por muchos años la adicción a la pornografía me tuvo preso en sus garras, tirado en la esquina del desenfreno, de esa búsqueda de “placer virtual” de llenar esa vacío con más y más imágenes sensuales, amando cuerpos de mujeres extrañas, amando sus sonrisas fingidas, y lo que más amaba era su disponibilidad, Sí, que las podía tener cuando yo quisiera y dónde quisiera, al alcance de un teléfono o computadora, al alcance de un click, llegué a creer que ese comportamiento era mi forma natural de ser, era parte de mi supuesta “hombría” y que quizás no era el único que lograba vivir amando al porno y seguir con su vida normal, llegué a creer que era parte de mi “naturaleza de hombre” que debía tener esos escapes de desenfreno porque “es bueno para el balance”, ¿Imagínate mi vida? Pero, ¿Sabes qué? Aún en ese desierto, sabía que aún había esperanza, sabía que mi caso no estaba perdido, sabía que por más que corriera del amor de Dios y su voluntad, él no me dejaba de amar aun cuando me encontraba consumiendo porno por muchas horas y días, pero volví a escuchar un susurro de Dios en mi corazón quebrantado, totalmente lleno de frustraciones y decepciones, que me decía MI AMOR ES MÁS GRANDE, aún estoy dispuesto a intentarlo contigo, ¿por qué no lo vuelves a intentar?
Dios te ama cuando eres fuerte, pero también cuando eres débil, y es en ese punto en el que muchos nos encontramos, creyendo que Dios se volvió alguien distante y enojado por nuestro comportamiento, pero se nos olvida que también es Padre, que siempre estará dispuesto a esperarnos en la puerta,
Ánimo mi querido amigo, aún hay esperanza, vuelve a intentarlo, así, como la primera vez, un ladrillo a la vez,
