Hace pocos días hice una pregunta en mi Facebook, queriendo consultarles a mis amigos las razones que nos llevan a pecar y a veces a apartarnos del Señor,
Las respuestas no tardaron en llegar, y aquí te muestro alguna de ellas;
“Porque nos dejamos llevar muchas veces por le emoción, es allí donde entra el dicho que dice que no todo lo que brilla es oro, muchas veces miramos las cosas malas como si fueran buenas porque el pecado nos resulta placentero.”
“Porque por naturaleza vivimos en un cuerpo pecaminoso en donde si el amor y la gracia de Cristo no están en nuestras vidas cometemos multitud de pecados…”
“…el enemigo eso nos ha hecho pensar, que somos más carnales y que “Dios lo entiende”
“Porque el pecado es una fuerza interna que nos seduce desde afuera, teológicamente hablando, pero la verdad es que pecamos porque nos da la gana, Sabemos lo bueno y malo, conocemos las consecuencias; entonces lo hacemos porque queremos. Para justificarnos es que culpamos al sistema, los amigos, el entorno, la tecnología, etc.”
“Pecamos porque no obedecemos la palabra.”
“Porque aún estamos en proceso de ser perfeccionados, y mientras vivamos en la carne siempre pecaremos”
“porque a veces dejamos de orar y de ayunar y ahí aprovecha el enemigo para atacarnos y caemos en su trampa”
“Porque no tenemos conocimiento verdadero de Dios y sus mandamientos”
Si bien es cierto que todas estas declaraciones son correctas, y la idea no es dar una súper explicación teológica del porque lo hacemos, pero lo que no puedo dejar de mencionar que todas las respuestas que me dieron tienen un común denominador, y es el olvido. Si, el olvidar nos lleva a pecar, nos lleva a cometer ese pecado que prometimos NUNCA volver a cometer.
David, un buen ejemplo
En el Salmo 103 verso 2 encontramos a un David diciendo cosas como “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios” como recordándose a cada momento todo aquello que Dios había prometido a su vida, y la gloria que venía como resultado de su obediencia y de no olvidar la palabra de Dios. Y en el Salmo 119 menciona muchas veces el hecho de no olvidar la palabra de Dios y sus promesas, (Versículos 16, 61, 83, 93, 109, 141, y 153). Pero quizás me digas, ¿pero David pecó muchas veces? Si, fueron muchas, pero se levantó y tomó acciones sobre sus debilidades, no se justificaba, en cambio reconocía que necesitaba urgentemente al Espíritu de Dios para poder seguir adelante.
¿Y nosotros, dónde estamos?
Lamentablemente algunas veces estamos tan acostumbrados a lo mismo, a lo monótono, a lo común, la vida espiritual se nos enfría, se nos congela el alma, y nos comenzamos a convertir en personas sin destino, sin sentido, viviendo la vida solo por vivirla, viviendo lejos de la vida que Dios quiere que vivamos. Las experiencias con Dios solo son un conjunto de bellos recuerdos del pasado, cuando experimentábamos su presencia de una forma tan palpable que sentíamos que NUNCA volveríamos a pecar, que el tiempo que pasábamos en su presencia era lo único importante y la única forma que entendíamos podíamos ser transformados, pero ¿qué nos pasó? ¿Será que olvidamos sus beneficios? ¿Olvidamos las promesas que Dios nos ha hecho? ¿Se nos olvidó de donde nos rescató Dios? ¿Olvidamos los propósitos de nuestro llamado? ¿En qué momento lo que hacíamos se volvió una carga? Es que dejamos de disfrutar y comenzamos a hacer las cosas más por obligación que por un verdadero amor por la obra.
Reafirmando algunas cosas
No tengo la menor duda de que Dios nos llamó a vivir una vida libre del pecado, porque es una promesa de parte de él para nuestras vidas (Romanos 6:14) pero eso sucederá cuando muchas cosas en tu vida comiencen a afirmarse, cuando detectemos aquellas debilidades y comencemos a tomar acciones de transformación sobre ellas. Normalmente hablo acerca de temas sexuales y de adicciones a la pornografía, ya que es un llamado especial que Dios me dio, pero después de años he comprendido que el problema de las adicciones tiene una dimensión mucho más profunda, y es que necesitamos convertirnos de todo corazón al Señor, necesitamos experimentar un cambio de corazón (Ezequiel 36:26) renovar nuestra mente, cuidar nuestra relación con Dios, amar al Espíritu Santo, y sobre todo, no olvidar.